Tu hijo no necesita una madre perfecta o un padre perfecto, ¿quieres saber por qué?
Tiempo de lectura: 5 minutos
Si lo prefieres, puedes escuchar el artículo en audio, aquí te dejo el reproductor:
¿Crees que ser una madre perfecta es lo mejor que puedes ofrecer a tu hijo o hija? ¿Qué es para ti ser una buena madre o un buen padre? ¿Y cuál es la manera correcta de educar?
En este artículo quiero hablarte de la autoexigencia, el perfeccionismo y el autocuidado en la crianza, y de los efectos que puede tener cada una de estas cosas en el crecimiento de tu hijo, e incluso en la relación de pareja o el bienestar de tu familia.
A menudo me encuentro con madres y padres que se desvalorizan diciendo: “bueno… hago lo que puedo”. Y también veo mucha inseguridad y dudas a la hora de acompañar a sus hijos en la crianza.
Es la sensación de que, nunca es (ni será) suficiente. Es como si nunca pudieras estar relajado del todo, porque seguro que hay algo que se te escapa, estás haciendo mal… ¡o vas a hacer mal en cualquier momento!
Y eso te genera mucha sensación de culpa, tensión y estrés. Además, te aleja de estar presente y disfrutar de momentos únicos con tu hijo.
“No soy el padre perfecto, ya le he gritado de nuevo y no quería hacerlo.”
“No soy la madre perfecta porque voy corriendo a todos lados y siento que al final paso poco tiempo jugando con mi hija.”
¿Te suena algo de esto?
Tu hija no necesita que seas una madre perfecta y que nunca te equivoques. Lo que necesita es que seas tú, con lo que hay, y que te muestres humana.
Hay un valor que para mí es esencial en el acompañamiento, tanto en la crianza como en mis sesiones individuales y talleres grupales de Arteterapia con adultos.
Y ese valor es: la HONESTIDAD.
Y es que, un niño no necesita que seas una madre o padre perfecto, y que nunca te equivoques. ¡O que intentes ocultar que te equivocas! (Aunque pienses que no, ellos también se dan cuenta de todo aquello que intentas ocultarles.)
Y con “equivocarte” me refiero, por ejemplo, a:
- Perder los nervios,
- Gritarle,
- Enfadarte con ella,
- Que le has dicho NO a algo y en no sé qué pedagogía te han dicho que eso es malo,
- Sentir que no llegas y por más que lo intentas sigues sin llegar,
- O que tu pareja dice una cosa y tú otra, entráis en conflicto, y te da miedo lo que aprenda tu hijo de eso, porque no quieres que os vea discutir…
Sin embargo, lo que necesita un niño es que seas honesta u honesto: primero contigo mismo, y luego con él o ella. Es decir, que puedas tomar conciencia de qué te está pasando, de qué sientes, y no tengas la necesidad de ocultarlo por miedo a hacerle daño.
Es un verdadero regalo mostrarte tal cual eres delante de tu hijo, con tus imperfecciones y tus errores, o con esas cosas que te gustaría mejorar en la crianza, pero que aún no logras hacer. ¡Es humano!
Porque así le muestras, que puede ser tal cual es, y que no necesita aparentar otra cosa, ni contigo ni con nadie. Le muestras que tiene derecho a expresar lo que está sintiendo, sea lo que sea, con libertad. Y también le ayudas a valorarse y a confiar en si mismo.
Ser una madre perfecta, o ser una madre consciente.
Te confieso que yo tampoco soy perfecta:
NO – SOY – PERFECTA.
Y está bien.
No sé todo sobre educación, no lo sé todo sobre desarrollo personal, y tampoco sé todo sobre cómo debo comportarme con mi pareja, o cuando estoy delante de un niño y no sé qué le pasa.
No sé todo sobre la vida, ni qué debo hacer en cada momento, porque ¡la vida está en constante cambio! Y estamos aprendiendo, experimentando, a cada paso.
Reconocer esto, es muy saludable, y da mucha tranquilidad.
Y es que, yo soy humana, y tú… también.
De hecho, ser humana implica que:
- Traemos un pasado familiar con valores y cualidades que nos ayudan a crecer, y también con creencias, o mecanismos que nos sirvieron para defendernos en la infancia, o que heredamos de nuestra familia y que seguimos repitiendo inconscientemente, etc.
- Somos seres emocionales, y a veces tenemos una mezcla de sensaciones, emociones… que ni siquiera somos conscientes de qué nos pasa, reaccionando automáticamente para defendernos, o volcando todo ese malestar en tus hijos.
- Y también implica que, igual que los niños aprenden por ensayo y error, probando, explorando… Nosotros también estamos aprendiendo, todo el tiempo. Igual que tu hijo se cae y se levanta para aprender a andar, tú también tienes derecho a equivocarte, ¡porque también estás aprendiendo qué es ser madre o padre!
¿Has pensado alguna vez en esto?
No quiero ser una madre perfecta, quiero tomar conciencia de lo que hay. Observar los juicios “bueno” o “malo”
En lugar de juzgarte y castigarte por todo lo que haces mal, es más interesante tomar conciencia de ello, sin juicio, y empezar a abrazarlo. Porque es así como ocurre una verdadera transformación interna, y como puedes cambiar tus comportamientos automáticos.
Y es esto, lo que después vas a poder compartir con tu hijo o hija, esa coherencia o equilibrio que tú misma te estás permitiendo.
De hecho, sé que te esfuerzas al máximo para ver crecer a tu hijo feliz, sano y libre. Y que quieres darle lo mejor, y hacerlo todo lo mejor posible. Pero déjame decirte algo, tú no eres perfecto, y tu hijo tampoco.
De la misma forma que te exiges a ti misma ser una madre perfecta o el padre perfecto, también le estás exigiendo a tu hijo o hija serlo.
Como mencionan en este artículo de “Sapos y Princesas” del periódico El Mundo:
Nuestros hijos necesitan que seamos imperfectos y les aceptemos tal y como son.
El autocuidado en la crianza: aflojando el perfeccionismo y la necesidad de ser la madre perfecta o padre perfecto.
Si nuestros hijos nos ven constantemente esforzándonos por ser perfectos, ponemos en ellos una presión que les hace sentir que ser “menos que perfecto” no es aceptable. Nuestros hijos necesitan padres conscientes de su humanidad y no perfectos. Nuestros hijos necesitan saber que es imposible no equivocarse, y que lo bonito de equivocarse es aprender qué es lo que puedes hacer de forma diferente la próxima vez. Es un trampolín hacia el crecimiento.
Fragmento extraido del artículo “No soy una madre perfecta, soy una madre consciente”
En la medida en que tú te cuidas y tomas conciencia de tus pensamientos, emociones y acciones (y de los juicios que tienes contra ti, las exigencias, los “tengo que”, etc.), esto mismo es lo que estás ofreciendo a tu hijo.
Y es que… damos a los niños el mismo amor, respeto o libertad, que nos damos a nosotros mismos.
Por eso, el trabajo con la mirada interna y el camino de autoconocimiento han sido y siguen siendo mis grandes herramientas para acompañar a niñas y niños en su proceso de crecer libres. Y por eso también, ¡voy a compartirlas contigo!
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Acerca de la Autora: Iraide Rabadán
En vez de resignarme a un trabajo que no me satisfacía, he creado Proyecto Aloha.
Ahora vivo de lo que me apasiona. He aprendido a escucharme y tomar responsabilidad de mi vida, te ayudo a Educar con consciencia y todo esto lo hago junto al hombre que amo.
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El artículo me ha sido útil para darme cuenta que la autoexigencia por alcanzar la perfección en mi tarea como madre no es necesaria. E incluso puede perjudicar a los niños ya que pueden creer que lo único aceptable es la perfección.
Me quedo con la introspección personal y la honestidad con ellos!
Hola Miriam! que bueno lo que compartes, me alegra que te haya servido para darte cuenta de que la autoexigencia no es necesaria e incluso puede ser perjudicial, tanto para ti como para los niños. Sé que puede no ser fácil soltar esa exigencia, a mi también me pasa, pero darnos cuenta de que eso nos aleja de estar más presentes con los demás, y con los niños en este caso… (incluso de disfrutar) ayuda mucho. Gracias por compartir, un abrazo! 😉
Buenas: me ha encantado el artículo porque me he dado cuenta que voy por el buen camino con mi hija. Yo intento educar desde el amor y respeto y le explico absolutamente todo: le admito que no sé todo cuando ella me pregunta cosas y lo buscamos juntas,sabe que leo y veo vídeos y me apunto a cursos o charlas para ser mejor mamá, sabe que pierdo la paciencia a veces y me enfado y que intento calmarme y expresar mi enfado… lo hago desse que es muy pequeña ella. Y ahora son sus 3 años y medio veo mi esfuerzo florecer cuando ella hace lo mismo que yo. Admitir que no somos perfectos, ni súper mamás, que somos humanos, cometemos errores pero siempre queremos mejorar y aprender es lo mejor que le doy de herencia a mi hija. Gracias por hacerme sentir comprendida.
Buenas Leticia! que bonito esto que compartes, me ha encantado leerte. Gracias!
Me ha recordado un momento, cuando empecé a trabajar en la escuela pública haciendo una sustitución de 6 meses con un grupo de 23 niños de 3 años… Aún no me sentía muy segura de lo que hacía y no confiaba mucho en mi misma, pero ya había conocido otras formas de educar, y estaba formándome en pedagogia waldorf y en arteterapia al mismo tiempo.
La mayoría de profesores no entendían muy bien mi forma de acompañarles. Pensaban que era muy libre, que les estaba permitiendo mucho, y que no hacía falta explicar las cosas a los niños, o decirles que yo no sabia sobre algunos temas de los que me preguntaban. Y yo… les preguntaba a ellos: “¿Y tú como lo ves? ¿Qué es para ti esto o lo otro?”
Al cabo de seis meses, después de sentirme un “bicho raro” con los demás profesores, la profesora de psicomotricidad que tenía mucha sensibilidad vino y me dijo: me encanta estar con los niños de tu clase, tienen algo diferente, es como si hubieran interiorizado las normas, no porque nosotros se las impongamos, sino porque comprenden que eso es bueno para ellos.
Eso me llego muchísimo, me emocionó. Y me di cuenta de que muchas veces es una carrera de fondo. Quizá al principio no se nota la diferencia, pero como bien dices, cuando pasan 3 años empiezas a ver no sólo que si ha servido, sino también que es algo mucho más profundo de lo que a simple vista podemos apreciar, o que pasamos por alto cuando vamos pensando en resultados o por ir con prisa.
Aquí dejo mi parrafada! jeje 😉
Me parecía interesante compartirlo.
Gracias de nuevo, ha sido un placer leerte
Interesante artículo. A mi personalmente me ha ayudado a perdonarme y darme espacio, tan necesario para poder acompañar a mis hijes.
Hola Laura, me alegro mucho. Gracias por pasarte y compartir. Estoy de acuerdo contigo en que darse espacio a una misma, perdonarse o tratarse con cariño es muy necesario para acompañar a los niños, pues ellos también reciben ese cuidado y ese amor de nosotras. Un saludo!!
Lo de ser perfecta es mi talón de Aquiles. Tenía leído un artículo que decía que cuando intentamos ser perfectas es una carga para ellos porque implica que ellos también deben ser perfectos. Pero me siento culpable cuando siento que no he hecho algo bien, nunca siento que estoy suficientemente presente …. No es nada fácil dejar de intentar ser perfecta, yo no sé cómo. Bueno, supongo que se empieza por ser consciente. Pero es una carga que me gustaría soltar. Viviría mucho más relajada.
Hola Ainhoa! gracias por compartir. Te comprendo porque sé lo que es intentar ser perfecta en algo!!
A veces, toca ir paso a paso, y sobre todo observar ese juicio que te haces contra ti misma de que siempre debería ser mejor, o de que nunca es suficiente. Esa es una carrera del ego que nunca termina.
Comprendo también que no te resulte nada fácil, o que no sepas cómo hacerlo.
Y si, estoy de acuerdo en que empezar por observarlo y tomar conciencia de que eso está ahí, puede ser un primer gran paso!
Tomar conciencia de algo, simplemente observarlo, sin intentar que sea de otra manera, es un gran paso de aceptación de ti misma, y de dónde estás en este momento. Sólo el hecho de aceptar que esto es así, es completamente sanador y transformador. Porque muchas veces queremos salir corriendo de lo que nos está pasando… y cuando lo miramos, lo atendemos… y cambia!! Un abrazo 😉
Después de leerlos veo que buscar la perfección es malo para nosotros y aún peor para nuestros hijos.
Hola Martha, gracias por pasarte a comentar. Me parece muy interesante lo que compartes, yo diría que más que hablar de que es bueno o malo, es interesante tomar conciencia de cómo te sientes cuando intentas que algo sea perfecto. Si te aporta tranquilidad o felicidad, o si te hace sufrir o agobiarte. No es tanto si es malo, porque ahí ya estamos poniendo un juicio de valor, y podemos tender a culparnos o tratarnos mal si no lo hacemos así, y es el mismo bucle, ¿lo ves?
Para mi, las experiencias que vivimos son las que son, nos pueden gustar más o menos, pero lo más rico es ir dándome cuenta de qué cosas me hacen sentir mejor, más conectada conmigo y con los niños, e ir haciendo esas cosas que nos sientan bien a ambos, que cuando tomo conciencia de esto, también conecto con mi libertad de cambiarlas si quiero, o elegir aquellas que me van bien. Por si te resuena y te sirve. Gracias por compartir, pues me ha hecho reflexionar sobre esto.